Bueno, hoy os escribo desde mi sofá,
tapadita con la manta y con un montón de pañuelos, los cuales serán
mis mejores amigos estos días. Acabo de empezar el año y ya tengo
un catarro de cojones, con la garganta tocada también, por supuesto.
Aunque ya parezca escusa, después de
estas fiestas casualmente muchos nos ponemos enfermos, justo el día
de volver al trabajo ¿casualidad, eh? Lo peor es que a pesar de
ello, en nuestro interior sentimos un poquito de felicidad porque las
vacaciones puede que no hayan terminado para nosotros. Llamas al
trabajo para avisar de tu enfermedad, y cuando cuelgas viene esa
pequeña culpa...”¿Estaré lo suficientemente enferma como para no
ir?” Porque claro...luego para terminar de dudar llegan nuestras
queridas madres, o abuelas: “Nenica, si estás bien para la fiesta
estás bien para trabajar”. Y a ti te entra esa rabia interior que
te pone más enferma aún de lo que estas.
Bueno, hay que tener respeto por
nuestros mayores, no tienen ninguna maldad. Ellos suelen ser muy
sabios, y sobretodo con el tema de las enfermedades, no te atrevas nunca a
discutir sobre enfermedades con gente mayor, o acabarás muy mal.
Por ejemplo, el otro día fui al centro de salud por este maldito resfriado y mientras esperaba mi turno me sentí
como en el supermercado del barrio, y os preguntareis por qué.
Bueno, tendríais que haber visto los gritos entre un par de señoras,
las dos comentaban el tiempo que estaban sin verse y lo bien que ya
estaban de la cadera. Otras tres discutían sobre quién estaba más
enferma, sí, se recriminaban entre ellas llegando casi a pelearse.
En realidad no se escuchaban unas a las otras, simplemente una
contaba su pena y a la siguiente ten por seguro que le pasaba algo
peor. Otras dos abuelas
reían sin parar con esa risa que te atraviesa el tímpano y hasta a
veces te llega a contagiar. En fin, ademas de eso, luego está la
abuela que pasea por allí cada día, solo para visitar a las amigas,
que no le ocurre nada pero siempre está allí, que si tú vas al
médico 3 veces al año, siempre vas a coincidir con ella. Pues no es
casualidad amigo, es que ella siempre estará allí. (Véase este último caso también en las peluquerías).
Y por ultimo tenemos a la abuela
cojonera, sí...y no es por ser cruel, pero es esa mujer que no va a
cederte el turno ni aun que te esté dando un ataque. De echo para esta última abuelita tan
agradable también hay sitio en los supermercados. Con tal de proteger su compra y salir las primeras
del supermercado darán su vida por guardar el sitio en la cola. Y es
de lo más curioso que hagan este tipo de cosas para irse las
primeras, cuando sabemos que son las personas que tienen poco que
hacer. Este verano llegué a ver en el supermercado una cola enorme
de señoras mayores sin cestas ni carritos, solo guardando el sitio a
sus hijos y nietos mientras ellos compraban, y claro, luego llegas tú
sin tu abuela y te conviertes en la pringada que no tiene sitio en la
cola, que si trabajas te fastidiarás y te buscarás la vida para
salir de la odisea en la que se ha convertido ahora mismo el
supermercado. Vamos, que en parte los supermercados y los centros
de salud cada vez se parecen más, ¿no? O me estoy volviendo más
loca...
Lo dicho, respetemos a los mayores,
tengamos mucha paciencia con ellos y queramos mucho a los de nuestra
familia...pero sobretodo, si no quieres estar perdido en esta
jungla...llévate a tu abuela a comprar o al médico, ¡nadie podrá
contigo!
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